La Real Fábrica de los Condes de Aranda: Un legado de innovación y excelencia en la cerámica española.
La Real Fábrica de los Condes de Aranda hunde sus raíces en un cuatro de septiembre de 1725, cuando Pedro Buenaventura gana un largo pleito y es proclamado IX Conde de Aranda y Señor de l’Alcalatén. La manufactura de los Aranda comenzó su actividad el primero de mayo de 1727, con Pedro Buenaventura el Conde fundador, y termina en 1858, cuando José Rafael de Silva, XIV Conde de Aranda, vende la manufactura a los hermanos Girona, reputados almacenistas de loza en Barcelona.
La Real Fábrica no es una reunión de artistas cerámicos ni tampoco una manufactura localista, aunque prefiera y contrate, casi en exclusiva, a los de l’Alcalatén. Estuvo abierta a los aires de la innovación para mantenerse en un mercado duro y competitivo. Como fábrica asimilable a la más moderna, la Real Fábrica presenta tres áreas de gestión (Figura 1):
A) La “Alta Dirección”, que toma las decisiones últimas y de trascendencia, desarrollada por “La Propiedad”. Lo fue la Casa de Aranda, si bien cabe destacar tres periodos en los que fue intitulada por la esposa de D. Buenaventura, María Josefa Pons, por enfermedad del Conde en 1737, así como dos periodos en la que la Fábrica estuvo arrendada (dadas las pérdidas y el desinterés de los Condes); el del valenciano Pablo Verges de Salafranca (1753-1758) y el de Marcial Guiraudeta de ascendencia francesa (1763-1778).
B) La administración directa y diaria de los “Directores Principales” nombrados directamente por “La Propiedad”. Desarrollaron tareas y decisiones muy importantes al cargo de la fábrica, sobre todo en largos periodos en los que la propiedad mostró escaso interés por la Fábrica. Destacan por la impronta que dejaron, Domingo Zarazaga (modelador del proyecto y del inicio de la producción), Cayetano Aullé (que superó la grave crisis de 1736 a inicios de la titularidad del poco interesado Conde Pedro Pablo), Marcial Guiraudeta (arrendatario y director, que llevó a la Fábrica a un gran nivel), José Delgado en el periodo de la Casa de Híjar (que nos legó un valioso plano idealizado de la fábrica) y Candela Pachón en la regeneración de la fábrica, previa a su venta a los Girona.
C) La “Dirección Técnico-artística”. Sin técnicos capaces de ajustar la composición y textura de las pastas cerámicas, desde la roja con esmalte estannífero de la primera época, hasta la tierra de pipa pasando por la porcelana fosfática, nada hubiera sido posible. Tampoco sin los químicos “coloristas” que preparaban esmaltes y pigmentos para dar vida a la loza y porcelana de l’Alcora.
Son cuatro generaciones de técnicos en la Real Fábrica.
(I) 1727-1760, Olèrys-Causada-Ochando-López.
Son los firmantes del primer recetario de colores de 1749; Joseph Olèrys, vino con otros cinco ceramistas de Marsella, los Causada (padre e hijo) de Muel (Zaragoza), Joseph Ochando, reputado tallista, bautizado en Vila-real y Julián López de Talavera, aunque procedía de Manises. Desarrollan la policromía alcorina (Figura 2) con una paleta CMYK de azul cobalto (con el zafre, óxido ce cobalto, o los esmaltines, una disolución de cobalto en frita de silicato de plomo), el “roxo o encarnado” (rojo de Fe-SiO2), el amarillo de Nápoles (Pb2Sb2O7 modificado con estaño) y el negro de hierro cobalto (la espinela CoFe2O4), además el verde cardenillo de cobre (cobre acetato disuelto en frita de Pb-Si, importado de Talavera), y el “reflejo metálico” cobrizo en tercera cocción al estilo de Manises.
(II) 1760-1787, Johan Christian Knipffer.
Procedente de Meissen, cuna de la porcelana dura europea, que abandonó al ser arrasada en la guerra de los siete años, Knipffer firma un suculento recetario de colores, esmaltes y pastas. Destaca su formulación de porcelana fosfática o de huesos, al estilo Worcester (Figura 3),
asequible a los hornos morunos de l’Alcora y que no envidia la calidad de Meissen. Knipffer deja en l’Alcora recetas del más puro “Púrpura de Cassius”, dignas del mejor químico de nuestra época, un rojo cerámico basado en nanopartículas de oro estabilizadas sobre partículas de hidróxido de estaño, que solo será superado en su pureza roja por el Cd(SeS) en circón, ya en 1970.
(III) 1787- 1815, Pierre Cloostermans-Joseph Ferrer.
Robado a Sèvres por el X Conde de Aranda siendo embajador en París, con Cloostermans (cuyo hijo Pedro nos legó un excelente recetario) luce en l’Alcora el mejor Púrpura de Cassius sobre esmalte de porcelana de frita que enlaza a l’Alcora con Leeds (Figura 4). Le suceden dos alcorinos: Joseph Ferrer que fundó su fábrica en Ribesalbes, tal fue el interés de l’Alcora por tenerlo, que le permitió compaginar las dos manufacturas hasta su muerte en 1815. El otro alcorino, Vicente Álvaro, marcó una época técnico-artística en la manufactura. Con ellos, la Real Fábrica desarrolla la gama de pigmentos basada en el cromo de Sèvres (espinelas verdes, marrones y negras), y tal vez, el pink inglés (Cr-malayaíta (CaSnSiO5) o esfena de cromo-estaño).
(IV) 1815-1858, Procter y Porter.
Técnicos de Staffordshire contratados en Sevilla por el último Aranda propietario (el XIII Duque de Híjar que fue director del Prado), para desarrollar tintas azules y sepia (basadas en emulsiones de azul cobalto y hematita-sílice respectivamente) de la estampación calcográfica. Último hito de innovación de una manufactura que declinará con el arrendamiento a los Girona.
La historia de la Real Fábrica es una secuencia de renovación-innovación, con adopción de las nuevas tecnologías y conocimientos científicos cerámicos para superar las crisis que sucesivamente la acuciaron: conflictos bélicos, crisis económicas, la competencia desigual con la fábrica del propio rey Carlos III de España (y VII de Nápoles), que trasladó íntegramente su manufactura de porcelana de Capodimonte al Buen Retiro en Madrid, o la pérdida de exención de tasas de exportación a las Indias. La Real Fábrica se reinventó para no desaparecer, pasando del monocromo Berain a la policromía, de la fina loza estannífera a la porcelana fosfática o a la de pipa, del reflejo metálico de Manises con Cu-Ag al dorado ambarino de Sèvres con Au (Figura 5).