Renovables para el futuro de la industria cerámica

El futuro energético de la industria cerámica: desafíos y opciones para la descarbonización.

La descarbonización es un proceso que afecta a todo tipo de consumidores, sin excepción, y por tanto también a las empresas industriales. El sector cerámico no será ajeno a este proceso y deberá descarbonizar sus consumos energéticos a medio plazo. Para hacerlo, con la tecnología actual y con la que podemos prever a medio plazo, dispone de tres opciones distintas y a priori igualmente válidas.

La más sencilla es usar biometano para sustituir los actuales consumos de gas natural. Es la opción más sencilla, no requiere de cambios de equipos, pero lamentablemente enfrenta un problema de escasez. Los más de 14 TWh/año que consume la industria cerámica de la provincia de Castellón es muchísimo más que la capacidad máxima de producción de biogás de toda la Comunitat Valenciana. El biometano podrá ayudar a la descarbonización, pero no lo podrá hacer todo.

Las otras dos vías son la electrificación directa de procesos que hoy se realizan con gas natural o, alternativamente, la electrificación indirecta mediante el uso de hidrógeno verde. Ambas opciones enfrentan problemas en la actualidad. La electrificación enfrenta problemas técnicos, la tecnología no está del todo madura y, además, implicaría multiplicar por ocho el actual consumo energético, con la consiguiente necesidad de una infraestructura eléctrica de la que ni remotamente disponemos. El hidrógeno tiene problemas de precio y también de uso, además de no disponer de infraestructura específica para él. El hidrógeno verde proviene de la electricidad así que siempre será más caro que esta. 

No sabemos cuál va a ser la tecnología triunfante, pero sí sabemos que vamos a necesitar electricidad. Usemos hidrógeno o electricidad directa, la electricidad deberá ser generada. Hoy estamos acostumbrados a que nos llegue la electricidad generada en otras regiones mediante combustibles que vienen de otros países, pero el futuro no va a ser así. Los recursos autóctonos, sobre todo el sol, el viento y el agua, serán los que nos proporcionen electricidad y pasaremos de un sistema de pocos generadores a uno con multitud de ellos. Eso va a cambiar la estructura de la red eléctrica y sobre todo va a cambiar algo muy importante: Dónde se genere la electricidad va a importar cada vez más.

No conocemos cómo va a ser el futuro, pero pensar que vayan a haber grandes regiones generadoras con miles de parques renovables y otras regiones que, sin generar energía, serán industriales y fuertemente consumidoras se me antoja un planteamiento inverosímil. En el futuro la generación local será una ventaja clara para tener grandes consumidores y creo que donde mejor se comienza a ver es en el caso del hidrógeno. 

En la actualidad, tres cuartas partes de los proyectos de generación de hidrógeno que hay en España están planteados con conexión física entre el parque generador y el electrolizador. Y como no tenemos infraestructura para el hidrógeno ni sabemos cuándo la vamos a tener, los consumidores de ese hidrógeno deben estar cercanos a la generación. Es decir, para consumir hidrógeno hay que tener el electrolizador y la generación renovable cerca.

En el futuro esto puede no tener que ser así, habrá mejor infraestructura eléctrica y posiblemente infraestructura para el hidrógeno, pero no nos engañemos: donde seguro que va a haber esta infraestructura es donde se genere la electricidad. Que la vaya a haber donde se quiere consumir está por ver. Las regiones generadoras querrán aprovechar esta ventaja competitiva y ubicar los grandes consumos allí, y vivimos en un país con poderes regionales que presionan en favor de sus intereses, no lo olviden.

Déjenme que les sea franco: O instalamos renovables en la provincia de Castellón y/o en las provincias con que actualmente tiene una buena conectividad eléctrica (Tarragona y Valencia fundamentalmente), o estaremos poniendo en riesgo la descarbonización de la industria cerámica. Y sin descarbonización, tardará más o menos tiempo, pero la industria cerámica acabará migrando. Lamentablemente la cosa no va bien, porque ni en Castellón ni en Valencia ni en Tarragona se están instalando renovables en los últimos años y las centrales nucleares de Tarragona y la de Valencia cierran en escasamente una década.

Sé que esto puede parecer lejano en un escenario de altísimos costes de gas que pone en dificultades a la industria cerámica, pero el tiempo no se detiene y hay un mundo nuevo gestándose bajo nuestros pies. Castellón necesita renovables y solo cubriendo los tejados de las fábricas con paneles solares no le llegará ni remotamente. Quizá nos llegue multitud de líneas de alta tensión desde Aragón y Castilla-La Mancha y también un “hidrogenoducto” y esto nos sirva para traer la energía aquí, pero también puede que eso no pase en la cantidad ni intensidad necesaria, y entonces la industria se irá hacia aquellas regiones que sí tengan las infraestructuras porque tienen la generación.

Este es un riesgo que yo no estaría dispuesto a asumir. Quiero las renovables en mi tierra, por cuestiones éticas, para cumplir nuestra responsabilidad internacional, pero también para garantizar la industria actual y atraer otra nueva. No instalar renovables en nuestra tierra sería la decisión más suicida que podríamos tomar.

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